Oposición no regatea la unidad nacional ante llegada de Trump
En el año de 1592 un militar de origen zacatecano, mestizo, hijo ilegítimo de un español y una mujer chichimeca llamado Miguel Caldera, a la edad de 44 años y por órdenes del virrey Luis de Velasco, crea un asentamiento propicio para apoyar a los mineros que empezaban a poblar la región conocida como Mexquitic. Acaso este monero pueda imaginar que este capitán mestizo queriendo quedar bien con el virrey le llamó a la población San Luis de Mexquitic (que posteriormente se denominará San Luis Potosí). Y se le dio el nombre de un santo casualmente homónimo del virrey, llamado San Luis rey de Francia, registrado como Ludovico IX, quien fuera un rey supuestamente devoto y que había ayudado mucho a la iglesia en empresas tales como la última cruzada de Tierra Santa llevada cabo en el siglo XIII.
Miguel Caldera fue un hombre notable que encontró en la diplomacia y la colonización pacífica una estupenda forma de conquistar sin sangre la frontera norte de Mesoamérica. Parte de su propuesta era traer familias de origen tlaxcaltecas hasta esta tierra, para atraer a los nómadas de Aridoamérica hacia la civilización que los europeos habían traído y para convertirlos al cristianismo. A ojos de este monero el capitán Caldera y San Luis rey de Francia tienen ciertas similitudes con 300 años de separación. La elección de dicho santo, que en ocasiones ha tenido algunos detractores sobre su canonización, como patrono de la nueva ciudad, pudo haber sido acaso afortunada. Y desde un principio esta ciudad, que después prestará su nombre a toda una región y que ahora conforma un estado, ha estado marcada por contrastes que para mí se ven plasmados en el escudo de armas, dividido en dos secciones, la de azul y la del oro. El asentamiento humano de nuestro territorio se dio con la participación de pacíficos y cooperativos indígenas tlaxcaltecas y después los aguerridos y rebeldes chichimecas.
Llama la atención también que en época de la colonia se sustrajo de sus tierras muchísimo mineral, que le diera renombre a nivel mundial, el oro y la plata de nuestro suelo enriqueció una corona española, de la cual posteriormente se independizó México. Ya en tiempos de la insurgencia independentista también se dieron interesantes contrastes, puesto que tanto los bandos realistas como los insurgentes tuvieron grandes próceres y líderes brotando en nuestra tierra. Alguna vez también fuimos capital de la República en el gobierno errante de Benito Juárez y en la época de la revolución fuimos la cárcel de Madero y la cuna de su plan que da origen a esta guerra interna. En la segunda mitad del siglo XX, los movimientos que exigían cambio y respeto al sistema democrático, con la figura destacada del doctor Salvador Nava, nos muestra un San Luis fluctuante entre ideologías de izquierda y derecha frente a un tambaleante PRI, que al final de cuentas ha permanecido estático y firme. En resumen, como lo comentaba antes, a los ojos de quien suscribe San Luis es una tierra de contrastes. Y hoy más que nunca se puede percibir esta dicotomía en otros aspectos.
Las fiestas patronales de nuestra ciudad se conmemoran el 25 de agosto. Parte de la tradición de muchas ciudades de Hispanoamérica es celebrar una feria alrededor del festejo del santo patrono de cada población. Si acaso en un principio eran unos pocos días de feria, con el objeto de que los hombres del campo, agricultores, ganaderos, artesanos y los primeros comerciantes intercambiaban sus productos para beneficio de su población. Era encima una fiesta de importancia religiosa y comercial, social, cultural y por supuesto de entretenimiento. La feria fue incrementando su importancia y aumentó el tiempo en el que transcurre, de unos pocos días a varias semanas. Incluso una parte importante del trazo urbano de la ciudad está marcada por los terrenos adjudicados a este importante festejo. Y por qué no decirlo, la hemos elevado a una de las más relevantes ferias de nuestro país, en algún momento se consideró la tercera más grande de México.
Desafortunadamente esta feria en el año 2020 ha quedado suspendida y relegada por la contingencia que estamos viviendo. Este año, el 25 de agosto, día de nuestro patrono San Luis rey de Francia, pasará en silencio. La celebraremos desde nuestras casas. Sin los juegos pirotécnicos, la algarabía, las misas, la comida, la diversión, el paseo familiar, los bares y discotecas o los juegos mecánicos. Nuestro rey santo pasará su cumpleaños como todos los que, desde marzo, tuvimos el infortunio de quedar resguardados, sin la reunión con familiares y amigos. Y algunos especularon en abril que para estas fechas la contingencia ya habría pasado.
Pero en esa dicotomía contrastante que mencionaba yo en líneas anteriores, los desobedientes potosinos, sin el espíritu solidario que nos había caracterizado, hemos estado desobedeciendo los mandatos y recomendaciones girados, no solamente por las autoridades locales, nacionales, sino también mundiales y aconsejadas incluso por científicos sin afanes político en absoluto.
Tal vez nosotros, los hijos de aquellos tlaxcaltecas y chichimecas, no nos podemos decidir entre ser los civilizados colonizadores de un territorio rico pero hostil, o los rebeldes tumultuarios que requirieron años para convencerse de ser civilizados. Hoy los modernos nómadas fluyen por las calles de nuestra ciudad sin cubrebocas, paseando niños, exponiendo a sus adultos mayores. Demasiado cerca de sus conciudadanos, ignorando el flagelo, desafiándolo más allá de lo racional. Con la mirada hosca de nuestros ojos entrecerrados por el resplandeciente sol eterno del gran tunal que también flagela nuestra piel áspera y rosada como la cantera de nuestro suelo y nuestros monumentales edificios. Estamos fallando a nuestro capitán Caldera y nuestro patrono el Santo Luis IX al convertir nuestra capital y nuestro estado en una de las principales regiones en las tablas de contagios y muertes por el Covid 19. Así somos en San Luis Potosí, tercos y desafiantes, abnegados y supersticiosos, ariscos y desdeñosos de la situación ajena, al grado de darle recientemente un nombre a nuestro defecto colectivo de ignorar a nuestros conocidos, el «Potosinazo», el cual, dicho sea de paso, debería de ser una excelente forma de enfrentar y combatir el contagio. Pero que va, a nosotros los potosinos se nos da hacer estas maniobras solo cuando se nos da la gana.
Así que ahí tienen al pobre San Luis rey sin celebración este año. Yo creo que nuestra crisis, es más culpa de la terquedad potosina que del gusto por los murciélagos en China.