Diferencias entre un estúpido y un idiota
Mientras que otros gobiernos en los estados pegaron el grito en el cielo por las extrañas decisiones del cada vez más errático doctor Hugo López-Gatell, aquí en San Luis nos la llevamos campechana y aceptamos, como si nada, pasar de semáforo naranja a rojo, un rotundo fracaso en las políticas -si las hay- de contención del coronavirus Covid 19.
La curva de la pandemia en esta entidad no solamente no ha llegado a la cuneta, sino que se mantiene hacia arriba, debido en gran medida a que un gran porcentaje de ciudadanos no termina de entender la gravedad de la nueva enfermedad y no acusa de recibido los mensajes de la autoridad.
Es cierto que nadie nació sabiendo cómo combatir a la peor pandemia que ha sufrido el mundo en 100 años. Y además, que a México llegó de una forma silenciosa, en medio de la incredulidad de muchos habitantes. De nada sirvió ver las noticias y conocer los casos que ocurrían en Asia, Europa y el propio Estados Unidos. A esto debe sumarse el mensaje irresponsable del presidente Andrés Manuel López Obrador a andar en las calles, no usar cubrebocas, y toda la sarta de sus declaraciones sinsentido en las conferencias matutinas.
Aquí por lo menos la doctora Mónica Rangel Martínez -quien ya comenzó a hacerse propaganda política de cara al 2021-, ha manifestado desde siempre que el virus está cada vez más fuerte y que las personas deben cuidarse. Pero su sola voz no ha tenido el eco suficiente, porque no está acompañada de restricciones contundentes, que manden un mensaje de seriedad.
Por eso es que los antros volvieron a abrir y poco a poco, a partir del 1 de junio cuando terminó la cuarentena, muchos hicieron lo que les vino en gana. Ahí están las consecuencias, nos recetaron un semáforo en rojo, a un estado que no aparece entre los peores del país en la estadística de enfermos y muertos, pero que registra una decena de decesos diarios en la última semana.
De nada sirve decirle a la gente que acate las medidas, si el mensaje no va acompañado de alguna acción. El ejemplo más claro está en el transporte público. Se ha dicho hasta la saciedad que los pasajeros utilicen el cubrebocas que muchos estudios científicos han determinado como vital para evitar contraer el virus por la vía aérea. ¿Y qué pasa? Nada. El secretario de Comunicaciones y Transportes, Fernando Chávez Méndez está desaparecido y las rutas de autobuses, necesitadas -como todos- de ingresos, tampoco hacen gran cosa para evitar que la gente se suba a regar el virus.
El fracaso es de todos como sociedad, pero si hemos de ser honestos, en San Luis Potosí ha faltado mucha decisión social para asumir los actos y las consecuencias. Por desgracia, también ha quedado de manifiesto la falta de liderazgo en el Gobierno del Estado.
En la Ciudad de México, cuando a la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, López-Gatell le dijo que ya podía haber actividades, simplemente no le hizo caso -qué bueno- y mantuvo las restricciones. Hoy, esa urbe con millones de habitantes y la peor cantidad de casos, está en naranja, y San Luis que estaba en naranja, pasó a un vergonzoso rojo.
Y así como el señalado, hay muchos casos en el país donde las autoridades intentan, de una manera u otra, hacer entender a la gente necia e ignorante que debe hacer caso o habrá consecuencias. Si en San Luis no se hace, y el principal motivo es electoral, entonces estamos frente a un gobierno mezquino y mediocre. Y si no se hace simplemente porque se cree que es la mejor decisión, sálvese quien pueda, porque de plano no hay visión de Estado.