Trump, ¡uy que miedo!
Notables diferencias entre la comunidad científica y la autoridad federal en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, han sido evidenciadas.
Estos hechos muestran, cada vez más, la distancia propiciada desde Insurgentes Sur, en la CDMX, hacia las y los científicos mexicanos.
Ahora opiniones publicadas por científicos se censuran en Centros Públicos de Investigación, CPIs, coordinados por Conacyt.
Ya no sólo es el notable científico en biología o la matemática, otrora coordinadora del Foro Consultivo y todos sus antecesores, quienes han hecho saber del desastre en CTI que ha sido generado desde Conacyt.
En acto político, se dice que ha habido desvíos, pues que presenten las denuncias y no declaraciones en medios.
El desdén hacia la autonomía de órganos colegiados también se hizo saber, aunque ya se había documentado, en los términos de la renuncia del presidente de la Junta de Honor del Programa de Cátedras del citado consejo. “Un gran retroceso” es la calificación en la renuncia.
La Junta de Honor sólo tiene nombramientos honorarios, para sembrar criterios de calidad al programa y a quienes están adscritos en éste. Pero eso no le interesa a Conacyt. Quien la presidía no era contrincante político, pero ahora es decepcionado.
Además, como otro elemento de evidencia, un notable científico parasitólogo, exdirector de Cinvestav, con destacada carrera que incluye Premio Nacional y membresía al Colegio Nacional, entre otras, ha lamentado el menosprecio y la soberbia del actuar de políticos, en clara y prudente referencia a la administración federal actual.
El desapego de Conacyt denota menosprecio a la CTI mexicana. Pero los oídos son sordos conscientemente, de manera premeditada, no es ingenua.
Abundo.
Se presentaron prototipos de ventilador con gran pompa tardía digna de canción por Chava Flores; como los 15 años de Espergencia que se celebraron a sus 30.
Los equipos fueron ensamblados por un CPI y no por Conacyt, cuya obligación es la gestión ya que ese consejo no hace CTI.
Casi a la par se anuncia, días antes, durante la comparecencia ante la comisión del Senado, una reforma a la Ley de Ciencia y Tecnología y que se reduce el gasto operativo de los CPIs, se extinguen fideicomisos institucionales, de esos que pueden dar como resultado tal clase de prototipos.
Más aún, el número de becas de posgrado están congeladas, al igual que en la administración federal anterior. Sostengo que hay discriminación entre quien tiene una beca nacional y una al extranjero.
Conacyt no cubre las cuotas por estudios de posgrado nacionales mientras que el artículo 3º Constitucional mandata, en reciente reforma, gratuidad en la educación superior. Entonces los CPIs no podrán ofertar calidad sin presupuesto ni cuotas que deberían ser cubiertas por Conacyt; ¿acaso creen que operan como por arte de magia?
No omito decir que, una vez reglamentada la gratuidad en la educación superior, quedan dos opciones para las universidades públicas nacionales: O les incrementan el presupuesto o les destinan a la extinción.
Incrementar a ritmo creciente su presupuesto es económicamente inviable al largo plazo, tendría que haber un destacadísimo incremento en la tributación. La extinción es inviable por el carácter social de las Instituciones de Educación Superior, IES.
Las IES públicas, el poder legislativo y el ejecutivo en turno tendrán que ponerse creativos; aunque con las contradicciones actuales no se sabe qué esperar.
Otra opción sería por la vía de donaciones o capitalización privada pero, ¿entonces dejarían de ser públicas?, ¿habría incumplimiento del estado?
Aun no se sabe el devenir, hay enorme incertidumbre.
Ni con lo anterior habrá cambio de actitud.
Veamos el ejemplo del vocero para Covid 19, igual en Conacyt; las opiniones y comentarios no son interpretadas como elementos de perfeccionamiento en lo viable sino como golpes que les “hacen más dignos”, como a Ponciano Arriaga.
La unción de Huey Tlatoani es clara: Hagan oídos sordos, aunque estén equivocados.