Diferencias entre un estúpido y un idiota
En política -como en la vida misma- las señales lo son todo. Solo hay que saber leerlas, entenderlas, y tomar una decisión. En el caso de la visita del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a Estados Unidos, la señal fue muy clara: en este momento su par Donald Trump no tiene nada que reprocharle al país.
Es cierto que los opositores han tratado de vender, sin éxito, la idea de que el tabasqueño fue a Washington para ser humillado y una sarta de idioteces que no sirven para el análisis, sino solamente para alimentar más el odio, y el divisionismo que de por sí ya tenemos en México.
Pero como dicen nuestros abuelos: lo que se ve, no se juzga. Y lo que se vio fue un encuentro de un día donde Trump se notó cómodo en su propia casa. Allende la recepción en la Casa Blanca, donde por imagen sanitaria no se dieron la mano y Trump dio el primer paso hacia dentro de ese emblemático lugar conocido en todo el mundo (al menos su fachada y su Oficina Oval, siempre protagonistas de las películas de Hollywood), el resto de las imágenes fueron muy elocuentes sobre la manera en que el potentado ve al político mexicano.
Trump es un empresario habituado a tratar con los personajes más importantes del mundo financiero y político, desde joven, y dados sus orígenes de buena cuna, se hizo un hombre emprendedor que tuvo en la mira la conquista de la Gran Manzana, Nueva York. O al menos eso es lo que reflejan los recientes documentales sobre su persona.
Si alguien le preguntara sobre las diferencias entre López Obrador y el expresidente Enrique Peña Nieto, está clarísimo que preferiría hablar mejor del primero, con quien ha demostrado tener buena química desde un principio, que con el político fabricado en el Grupo Atlacomulco. La química en política también es algo importante, facilita mucho las negociaciones y acuerdos políticos, y hasta el momento Trump ha dado varias concesiones a López Obrador, muy significativas todas.
Destacan sobremanera los arrestos del exsecretario de Seguridad Pública en tiempos del expresidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, Genaro García Luna y el mismo día de la visita de trabajo, del exgobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez. Antes, Trump ya había dejado de hablar del muro, más allá de que sigue mandando señales, como la fotografía donde se le ve parado frente a uno, 24 horas antes del viaje de López Obrador y que en la cena brindada en su honor, haya dicho en broma que se había «portado bien», porque no dijo nada sobre esa obra que trata de impedir el paso de más migrantes a su país. Sin olvidar, desde luego, el favor que le hizo cuando se comprometió a reducir la producción de petróleo que México no estaba dispuesto a conceder en unas difíciles negociaciones con la OPEP. Claro, las capturas de García Luna y Duarte, son golpes de precisión que ayudan al propósito de la 4T de seguir abanderando la lucha contra la corrupción, como su principal propósito. A esto hay que sumarle el operativo Rápido y Furioso, cuya información ya fue proporcionada por EU a México, que a su vez la entregó a la Fiscalía General de la República (FGR) para proceder en consecuencia. Todas ellas acciones de Trump hacia López Obrador, impensables con Peña Nieto.
El quid del asunto estriba en qué concesiones ha dado el presidente mexicano a Donald Trump. Esas son las señalas que no han quedado claras, pero no hace falta, porque López Obrador está en deuda con Trump y tiene que pagarle. Esperemos que no sea a cualquier costo.