
Los niños que fuimos
Todos tenemos en mente a personas que viven por y para llamar exageradamente la atención de las demás, es el “protagonismo”.
Prácticamente una actitud muy elocuente en las actividades artísticas, exclusiva de las estrellas y celebridades por su brillante trabajo dentro de los programas de televisión o de las películas donde participan, haciendo énfasis de su profesionalismo y causando un fuerte impacto en revistas, periódicos, y noticias de televisión. Actualmente es una pandemia social que promueve a diestra y siniestra la clase política, y en un crecimiento exorbitante sin ningún contenido benéfico por personas a través de las actuales redes sociales.
Algunas personas ejercen protagonismo en sus ambientes de forma involuntaria o no premeditada, como consecuencia de sus habilidades sociales, intelectuales, artísticas o deportivas. En el ambiente artístico, el protagonismo ofrece habilidades maravillosas, como canto, actuación, poesía, declamación, escultura, pintura; en cambio en la clase política, denostar quién es tu verdadero líder, la persona que debe tener el poder, algo así como convencerte que es el mesías que purgará por tu bienestar y tu vida plena; y en lo social, las redes especialmente Facebook, una masiva proyección de contenidos que meramente no son productivos demostrando la escasa cultura general manifestada por el entorno.
Los artistas y celebridades normalmente requieren de popularidad, es lo que llamamos cuadro publicitario, entre más populares son, más cuestan sus servicios profesionales, y cuando su cuadro de popularidad baja, su demanda es más baja y sus honorarios también; es una conducta de costo-beneficio, administrativamente hablando.
Muchas celebridades llegan a consagrarse incluso a nivel mundial por su trabajo dentro de las pantallas en el cine, hasta el momento el escenario más influyente. Los deportistas utilizan la popularidad para lograr importantes patrocinios, ya que es un modus vivendi, producto de su constante disciplina. Un político, ser protagonista refleja un hambre de poder y una proyección de limitantes en su esfera psicológica, un tema complicado para una columna como ésta.
Y en la ciudadanía, un trastorno que se manifiesta. ¿Qué es el trastorno histriónico de la personalidad? Es un trastorno de los desórdenes dramáticos, emotivos o erráticos. Los individuos que lo padecen presentan una excesiva emotividad y una búsqueda de atención constante, junto con una excesiva necesidad de apoyo y reconocimiento y una actitud de seducción inadecuada. Generalmente, empieza al inicio de la edad adulta.
Al principio resultan personas muy atractivas y divertidas, especialmente en momentos de diversión, pues poseen gran vitalidad y entusiasmo, demuestran interés por las cosas y tienen iniciativa. Sin embargo, transcurrido un cierto tiempo son percibidos por los demás como personas que demandan mucha atención, son superficiales, dependientes, absorbentes y exigentes. Esto hace que la gente empieza a rechazarlos y a distanciarse de ellos.
Es muy difícil mantener una buena relación con estas personas. Con respecto a las relaciones sentimentales, al comienzo suelen sobrevalorar a la pareja, después sentirse decepcionados. El inicio de sus relaciones lo viven con mucha intensidad, mantienen relaciones muy apasionadas transformándose con el tiempo en relaciones tormentosas con finales fatales. Poseen una clara tendencia a pensar que sus relaciones son más profundas e íntimas de lo que realmente son y poseen verdadera dificultad para identificar las emociones y deseos de los demás; no son nada empáticos.
Una personalidad de un político al querer ganar las elecciones, es muy exagerado mostrando sus emociones, llegando a ser muy eufórico en la expresión de sus sentimientos, exagerando y teatralizando cualquier emoción. Así por ejemplo, pueden ser muy efusivos y saludar con grandes abrazos a personas que apenas conocen.
Cuando ganan poseen una necesidad exagerada de aprobación, apoyo y reconocimiento en todo lo que hacen. Si no lo consiguen se enfadan y desaniman. Para un artista, es una cara que forma parte de su entorno profesional, por ejemplo, al ser invitado a una gala de premiación y desfilar por una alfombra roja, situación válida de protagonismo total.