Jugando con México
En estos días se libra una batalla que el Presidente aún no ha ganado, pero tiene amplias posibilidades de salirse con la suya: prescindir de la Cámara de Diputados para modificar el presupuesto.
De una buena vez, López Obrador absorberá las funciones exclusivas de un poder soberano ajeno al suyo.
Golpe, es la palabra.
Inconcebible, que una mayoría legislativa abyecta compuesta por Morena, el Partido del Trabajo y el Verde, presionen con la realización de un periodo extraordinario de sesiones convocado para renunciar a sus facultades constitucionales y entregárselas al titular de otro poder.
Algún día se escribirá la historia de esta infamia, y los coordinadores legislativos de la coalición gobernante deben decidir de qué lado van a aparecer sus rostros.
¿Por qué el afán de imponer en México una concentración antidemocrática de poder? ¿Cuál es la prisa?
La prisa es porque quieren pasar más recursos a sus proyectos estatistas y populistas, a elefantes blancos, y porque van a perder en las urnas el próximo año.
En caso de no frenarlo ahora, el mañana será más obscuro aún.
La nulificación del poder Legislativo haría ociosas las elecciones intermedias del año que entra.
Aunque AMLO y su partido pierdan la mayoría en la Cámara de Diputados años, no importa. Él decidirá que se hace y qué no se hace con el dinero.
Ya hemos visto su talento en acción: tiró la economía cuatro puntos del PIB en dieciséis meses, la hundió bajo cero, consumió la mitad del Fondo de Estabilización, frenó en seco el crecimiento del empleo, ahorró en salud, recortó en ciencia, en cultura, gastó cientos de miles de millones de pesos en destruir obras y le metió otros tantos de miles de millones de pesos a una empresa del Estado que en 2019 perdió como nunca: 365 mil millones de pesos.
De pasar este proyecto de Ley, López Obrador manejará y moverá a su antojo los recursos que hay en el presupuesto de la federación.
No estamos hablando de una situación especial y momentánea por alguna guerra o cataclismo natural, sino de una nueva realidad que llegaría para quedarse.
El presidente tendría facultades plenipotenciarias en lo que a presupuesto se refiere.
Desde Montesquieu para acá el gobierno es dividido en tres poderes soberanos y autónomos: ejecutivo, legislativo y judicial.
A nuestro Presidente le parece poco ser el titular del Ejecutivo y tener, vía los diputados y senadores de Morena, la mayoría en el Legislativo.
Para evitar que se cuestione la viabilidad de sus proyectos y sufran una eventual o mínima modificación, AMLO pretende prescindir del poder Legislativo.
Montesquieu era un burócrata ignorante y mejor vamos a eliminar la división de poderes. Así lo piensa López Obrador y va por todo el control de lo sustancial en una democracia: debatir y votar qué se hace con los recursos públicos.
Bueno, los diputados podrán debatir y votar lo que quieran del presupuesto, pero eso no va a contar.
Como se mencionó en este espacio el reciente lunes, el Presidente envió a la Cámara de Diputados una reforma al artículo 21 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, con la que la secretaría de Hacienda (es decir, él) podrá reorientar recursos asignados en el Presupuesto de Egresos para destinarlos a mantener la ejecución de los proyectos y acciones prioritarias de la administración pública federal.
Ya hemos visto que a López Obrador se le dificultan las tareas del Ejecutivo, y nos sale con que además quiere manejar las del Legislativo.
Si algo ha tenido a manos llenas este presidente, ha sido poder.
Los resultados están a la vista: negativos con la métrica con que se quiera medir.
Sus «proyectos y acciones prioritarias» que pretende blindar con su iniciativa, ya los conocemos:
-La refinería en el pantano que implica gasto sin recuperación de la inversión.
-El tren que pasará por la selva y ningún grupo privado quiso invertir en él, por tratarse de un disparate incosteable.
-Un aeropuerto nada funcional que va a reemplazar a otro de primer mundo que estaba avanzado y fondeado, cuya destrucción pagamos con nuestros impuestos.
-Y rescate de una industria petrolera en la que resulta muy caro y fuera de lugar que el Estado invierta, dados los costos, rendimientos y las verdaderas prioridades de la nación: salud, levantar la economía y el empleo, mejorar la educación.
PAN, PRI, MC y PRD se han unido para oponer resistencia a las pretensiones dictatoriales. Muy loable, pero solos no van a poder.
Los legisladores de oposición no tienen los votos suficientes para frenar a la aplanadora de Morena que, en el Congreso, busca restarle atribuciones al Congreso.
Necesitan el respaldo activo de las organizaciones e instituciones de la sociedad. De los gobernadores. Y de la honestidad intelectual de legisladoras y legisladores de Morena, pues muchos de ellos son demócratas.
El golpe al poder legislativo está en marcha. AMLO y sus pretores en la cámara de Diputados no son invencibles.
A veces triunfa la sensatez. En las siguientes semanas lo sabremos.