¿Cooperar desde la desconfianza?
Asistimos a lo impensable; la autodestrucción voluntaria, ciega y hasta con tintes de fanatismo.
Y es que en el gobierno de López Obrador no sólo somos testigos de la denigración total del individuo –de casi todos los diputados de Morena–, sino de la destrucción de la institución a la que representan.
Y es tal el nivel de sometimiento y de ciega obediencia que, a pesar de que deben su cargo al pueblo y de que son los custodios populares de la Constitución y de sus leyes, los diputados de Morena son capaces de llegar al suicidio si es que su deidad, López Obrador, se los pide.
¿Llegarían al suicidio?
Si, al suicidio como representantes populares, como representación del pueblo en el Congreso y como equilibrio del Poder Ejecutivo, al que hoy se pliegan sin chistar.
Y es que los diputados de Morena –casi todos, salvo excepciones como la de Porfirio Muñoz Ledo–, obedecer a ciegas y sordas, sin chistar, la orden presidencial de violar la Carta Magna –en materia presupuestal–, y romper con el principio constitucional de División de Poderes.
Y eso, aquí y en “La Conchinchina”, no es otra cosa que un suicidio político. La muerte de la Cámara de Diputados, ordenada por el jefe máximo de los legisladores de Morena, por el nuevo Dios, que les ordena la purificación mediante el sacrificio máximo, un disparo en la cabeza; el suicidio que, a cambio, le dará a López Obrador el control total del Congreso.
En otras palabras, lo que ordena López a los diputados de Morena y a sus aliados, es matar la democracia y asesinar la División de Poderes; aceptar que la Cámara de Diputados –y el papel de los propios diputados–, ya resulta inútil, como inútil será el Congreso en su conjunto, que deberá desaparecer al convertirse en un “florero” más del gobierno de AMLO.
¿Qué pasa en la cabeza y en la conciencia de los diputados de Morena, como para perder las facultades de la memoria, la visión y la razón; como para retroceder a los tiempos del totalitarismo priísta, contra el que lucharon muchos de ellos durante décadas?
¿Será cierto, como escribió “El Poeta”, que los políticos de Morena, “de viejos son todo aquello que criticaron a los 20”? ¡Cuanta falta nos hace el gran José Emilio Pacheco, para sacudir la modorra priísta que todos los vividores de Morena llevan dentro!
Pero hay más.
¿Por qué uno de los más viejos priístas, como Porfirio Muños Ledo, es el único cuya razón, conciencia y corazón parecen intactos, a pesar de sus más de 80 años de edad?
¿Por qué no son los jóvenes militantes de la política, de Morena y de todos los partidos, los que avispan el talento y el talante contra el intento dictatorial de AMLO –llamada de atención para los frenéticos aplaudidores lopistas de párvulos–, sino que el diputado más añoso es el único capaz de ver el peligro que representa López Obrador para la democracia?
¿Será que Porfirio Muñoz Ledo es el único que entiende que el barco de la 4ta-T llevará a todos al naufragio del descrédito y la traición a la Patria? ¿O será que Porfirio es el único que entiende que el secreto y el valor supremo de la política no está en el relumbrón de los cargos, sino en la trascendencia y el paso a la historia con dignidad, verdad y congruencia?
Como sea, en Morena pocos son capaces de entender lo elemental; que junto con López Obrador juraron respetar la Constitución y las leyes que de ella emanan.
No entienden los sátrapas de Morena que el juramento “sí y solo sí” va en esa dirección; respetar la Constitución y las leyes que de ella emanan.
Nunca dice el juramento que la responsabilidad del presidente y de los diputados es acomodar las leyes a la conveniencia del presidente, a los caprichos del jefe del Ejecutivo y tampoco están facultados los diputados para destruir la institución en la que se desempeñan.
Los diputados no fueron votados por el pueblo para convertirse en lacayos del presidente, el sirviente del Ejecutivo, fámulos del poder al que deben vigilar; no, su papel no es el de serviles, bajos, criados, pajes, esbirros, sicarios, aduladores, rastreros, abyectos y menos escuderos de nadie.
Los diputados son empleados del pueblo, llegaron al cargo para cuidar los intereses de los ciudadanos, no de un presidente depredador de la democracia y del país todo.
Y si, los diputados de Morena hacen historia como traidores a la Patria; traidores a sus principios, a la nación y, sobre todo, traidores a quienes los llevaron al cargo. ¿Lo dudan?
Al tiempo.