Libros de ayer y hoy
Con las encuestas en su contra, algo que normalmente no le gusta, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, trata de focalizar en cierto sector de la prensa nacional los males de su gobierno, debido a que su popularidad ha sido sacudida durante la pandemia, algo que nadie pensó, ni siquiera él mismo, un político de mil batallas, muchas de ellas durísimas.
El tabasqueño es un líder acostumbrado a ir contracorriente, y de hecho puede decirse que su estado natural es el conflicto político, del cual ha sacado gran raja. La división que impone entre quienes lo apoyan y los que no, es legendaria; su visión no acepta maniqueísmos: o estás con él o estás en su contra, pero normalmente dice que casi todos están en su contra. La victimización de su figura, llevada al extremo, provoca que el ala dura del lopezobrarismo surja con fuerza para defenderlo.
Es posible que el primer mandatario sufra de egolatría, por más que su capacidad de transformación lo mantenga sencillo y a ras de piso, cercano a la gente que él llama «el pueblo». Se nota porque los comentarios críticos a su figura son los que más le duelen y cada que puede, en el cadalso de las conferencias mañaneras, lo hace saber.
El problema es que últimamente, López Obrador ataca un día sí y otro también, a esos críticos que tiene bien identificados. Son los Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín, Ricardo Alemán, Pablo Hiriart, Carlos Loret de Mola, Raymundo Riva Palacio, Leo Zuckerman, Pedro Ferriz de Con, Juan Pardinas, Pascal Beltrán del Río, Beatriz Pagés y Denise Dresser, entre otros.
Es curioso, pero en las actuales circunstancias -bueno, de hecho durante la supuesta 4T- los partidos políticos no existen, no valen ni un cacahuate como oposición; tampoco los gobernadores pueden con el paquete, como tampoco la prensa extranjera que antes decía alguna cosa, y ponía a temblar al presidente en turno.
Ahora resulta que la verdadera oposición son los periodistas críticos y ahí está el secreto de la actual estrategia presidencial, porque entre más visibles los haga, piensa que la gente menos les creerá, pero no toma en cuenta que eso solo aplica para su claque, incluida los llamados «nuevos periodistas».
Ahí tenemos a El Chapucero, Vicente Serrano, Jacobo Elnecavé, Lord Molécula, John Ackerman y Federico Arreola, entre otros que son exitosos en las redes sociales y tienen seguidores, todos orgánicos, debido a que forman parte de la doctrina lopezobradorista. La actividad de este sector periodístico, tiene como único fin ensalzar al Presidente de la República y a su gobierno; los demás funcionarios no les importan. Endiosan a López Obrador.
Ackerman y Arreola son dos profesionistas exitosos y nunca han negado su apoyo a AMLO. Los demás son unos oportunistas que López Obrador ni siquiera menciona cuando habla de la prensa que sí lo apoya. De ese tamaño es el agradecimiento que les tiene.
Pero volviendo al asunto original -y a sabiendas que los mencionados no son los únicos protagonistas de esta historia-, está muy claro que al Presidente le puede más una crítica de sus críticos en los periódicos, que de cualquier líder político. Por eso es que estos personajes, llamados “chayoteros”, han tomado un nuevo aire.
Ninguno de los mencionados, sin embargo, es un desperdicio. Más allá de sus filias y fobias, son para bien o para mal, algunos de los más visibles periodistas del país y en este caso, lo recomendable es verlos a todos y analizar lo que dicen para que usted forme su propio criterio. Es lo mejor, porque así estaremos todo el sexenio.