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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 23 de marzo de 2020.- Para Mario López González, un potosino propietario de una constructora que da empleo a 70 personas en Houston, la clave del éxito no fueron las aulas, sino el aprendizaje afuera, las habilidades desarrolladas por la necesidad de triunfar y el conocimiento aplicado a cada paso que dio desde aquel verano de 1988, cuando a sus 14 años de edad llegó de inmigrante al estado de Texas.
Su vida dio un giro tremendo cuando su padre, originario de la Ciudad de México, trasladó a toda su familia, integrada por siete hijos, al municipio de Rioverde, en San Luis Potosí, pero falleció dejando a Mario de seis años con un futuro incierto y una madre doña Isabel Dolores, con la fortaleza para sacarlos adelante y ofrecerles estudios básicos, con lo que ganaba como comerciante.
Apenas obtuvo su certificado de secundaria, Mario emuló a sus hermanos y aunque era el menor de ellos, viajó como indocumentado a Estados Unidos, sufriendo las carencias que cualquier migrante experimenta fuera de su casa, pero siempre con un objetivo muy claro, que en pocos años pudo lograr.
A pesar de dejar México muy pronto, el potosino marcó a muchos de sus amigos de esa edad y desde siempre contribuyó para mejorar su entorno; se enlistó en los bomberos de Rioverde y desarrolló actividad solidaria y voluntaria mientras podía sostener sus estudios de secundaria.
Mario López, hoy de 46 años de edad, obtuvo su residencia hace 10 años y su ciudadanía americana apenas en 2019, luego de cumplir 22 años con su empresa de construcción Tri-Star wall systems, que se especializa en los acabados exteriores y donde trabajan empleados en temporada, el 60 por ciento mexicanos y el resto de distintas nacionalidades, incluyendo los propios estadounidenses.
“Me hice americano por asegurar mi patrimonio acá, pero no me siento así, soy mexicano cien por ciento. En estos tiempos políticos tan cambiantes, tener una empresa y ser residente me da muchas desventajas”, nos dice mientras recuerda los primeros meses en la Unión Americana trabajando en restaurantes.
Desde que pisó suelo americano, Mario quiso escalar alto en los organigramas de las empresas y la clave fue su inteligencia y capacidad para aprender el idioma inglés.
“Yo estaba chavo, todo captaba, de volada aprendí inglés y me brinqué rápido las cadenas de mando, pase de un simple obrero a ser casi manager porque me pedían que guiara a todos los trabajadores de acuerdo a las indicaciones de cada obra”, cuenta orgulloso.
“Luego apareció la computación, Windows 95 y nadie le entraba, nomás yo y con esa actitud y el inglés, terminé por acomodarme en las empresas en actividades operativas y de supervisión”, señaló.
En perspectiva, Mario empezó de cero y en apenas cinco años ya era el jefe en una empresa de construcción, luego de dejar los restaurantes.
MUY RÁPIDO
El ascenso de Mario fue meteórico, llegó a EU en 1988, para 1995 cambió su giro a la construcción y en 1998 ya había colocado su primera oficina y su primer restaurante. El ramo restaurantero es otra de sus pasiones, pero él mismo lo describe como muy celoso y absorbente para mantener los estándares de calidad.
“Tenía que trabajar desde las ocho de la mañana en la constructora y por la noche en el restaurant durante más de una década y decidí vender una marca ya posicionada”, apuntó.
Si sus logros lo llenan de orgullo, más lo hace su esposa y sus cuatro hijos, dos de ellos graduados con honores en carreras como Ciencias de Computación y Programación y Negocios Internacionales.
Su familia es pilar fundamental de su vida, casado con Eva María, su novia de secundaria; y sus hijos Diana Isabel, Mario, Jacob y Marianna, son el motor de su madurez.
Mario se ha repuesto de crisis importantes, recuerda la del 2009 cuando el trabajo bajó a límites insostenibles para pagar incluso los gastos de operación, pero el tiempo pasó y Tri-Star wall systems grita fuerte en el mercado texano.
Hoy en día, Mario reparte su trabajo entre su querido Rioverde y sus empresas en Estados Unidos.
UN ACTIVISTA
En México, Mario López es un activista por los derechos de los animales; donó un terreno y apoya la construcción del primer albergue para perros en la zona media de San Luis Potosí. Lo mismo consigue equipos para los bomberos, por el cariño que le tiene a esas instituciones que lo formaron de adolescente.
En Rioverde ha creado un hotel campestre a la orilla de la carretera a San Ciro de Acosta en el poblado de Las Magdalenas y disfruta sin confiarse, de lo que la vida le ha dado, fruto del esfuerzo, el trabajo y la visión de un potosino, que marca ejemplo del sueño americano con el empuje mexicano.