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CIUDAD VALLES, SLP., 9 de marzo 2020.- ¿Cuántas veces hemos observado nuestros hermosos atardeceres y embelesados contemplamos esas bellas puestas de sol? Hace muchos años, un hombre también se enamoró de un atardecer huasteco, y lo plasmó en un huapango.
En los sesentas, nuestra música regional recorrió el estado, el país, y trascendió las fronteras, interpretada por el más famoso trovador huasteco, que aunque no nació en la región se quedó en ella para siempre y le cantó con el corazón: El “Negro” Marcelino.
El 16 de enero de 1926 en el barrio del Orégano perteneciente a Ciudad del Maíz, nació Marcelino Tovar Huerta. Sus primeros años los dedicó a las labores del campo; huérfano y en medio de la pobreza, pero con un amor por la música que fluía en su interior.
EL COLONIAL: SU PRIMER ESCENARIO
No acababa su transición de niño a adolescente cuando emigró al municipio de Ciudad Valles y aprovechando el auge turístico de los años cuarenta del siglo pasado, dejó su inicial trabajo de albañil, para cambiarlo por el de mesero, en el antiguo hotel Colonial.
Los jardines de la estancia se convirtieron posteriormente en su primer escenario, lleno de turistas norteamericanos que pedían su presencia y sus canciones, imponiéndole a la vez el apodo inmortal: “El Negro” Marcelino.
En 1949, cantó con el trío de Emilio Castillo, Humberto Barragán y Refugio Calderón, y luego formó un dueto con este último. Cuando se quedó solo, trabajó también con Alberto Barragán, Bernabé y Reynaldo Calderón, y Juan Martínez; él, tocando la guitarra quinta.
Sus compañeros nuevamente siguieron otro camino, pero lejos de desanimarse, “El Negro” Marcelino se unió con Heliodoro Copado y Tomás Tovar, representando a México en importantes eventos folclóricos en varias partes del país.
DISCOS Y FAMA
En mayo de 1963, grabaron su primer disco comercial, titulado “Huasteca linda: Del Negro Marcelino y sus huastecos”, que incluyó la canción de su inspiración, denominada “El ranchero potosino”.
Bien cimentada su fama, en la mitad de los sesentas lo invitaron a grabar un segundo disco de larga duración, para entonces ya aparecía en programas de televisión, y en las convenciones y mítines se le veía al lado de importantes políticos: Miguel Alemán Valdés, Lázaro Cárdenas, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y José López Portillo, estaban entre sus amistades; además de personalidades de la farándula como Emilio “Indio” Fernández y Mario Moreno “Cantinflas”.
A principios de los setentas, la televisión, los periódicos y la radio, asediaban al “Negro” Marcelino: Su música había dado un gran salto popular, y los sones y huapangos se escuchaban lo mismo en Estados Unidos que en Guatemala y parte de Sudamérica.
En junio de 1973 logró un sonado triunfo en Houston, Texas, además de ser reconocido a nivel nacional con importantes homenajes como el de San Joaquín, Querétaro, y el que le hizo el canal 13 en las “Tardes de Don Jorge Saldaña”, semanas después de muerto.
LA SENCILLEZ FUE SU SELLO
En medio de canciones y fama, la sencillez fue siempre su sello característico, lo cual reafirma con sus palabras, Marcelino Tovar Junior, el único hijo del desaparecido trovador, quien sigue sus pasos en los ratos libres: “El Negro Marcelino fue un personaje que tuvo todo y lo dio todo, y por darlo todo, se quedó sin nada”, dijo.
-¿Su sencillez fue una de sus principales características?
“Ese fue su sello, entregarse, darse en el momento, la gente lo pedía por lo que él daba, por lo que él era”.
“El Negro” Marcelino grabó otro disco y actuó en el Auditorio Nacional, en el 50 aniversario del PRI. Para entonces era tan grande su fama que en Palacio Nacional los legisladores y el mismo Presidente le hablaban por su nombre y lo distinguían con frases amistosas.
Cansado por las giras, y lleno de hastío por los falsos amigos, paulatinamente “El Negro” Marcelino se alejó del bullicio de las grandes ciudades y regresó al campo, visitando a menudo rancherías y comunidades de la huasteca.
6 DE MARZO: EL ADIÓS
En 1980, “El Negro” Marcelino enfermó, se recuperó y recayó. Así, entre convalecencia y enfermedad, cantó, compuso, y saludó alegremente a sus amigos, escribiendo la última parte de su historia, una historia que al concluir dejaría un gran vacío en la música regional.
Y es que tras su muerte se acabaron las estrellas en la huasteca, opina Marcelino Tovar hijo: “Mucha gente me lo ha manifestado, cuando se murió, no se acabó el huapango, pero se acabaron las luces de la Huasteca, los trovadores, la gente que nació con el huapango”.
El artista calló el 6 de marzo de 1981, pero no para siempre, porque su música sigue viva y con ella, su voz y su talento.
PRESO POR UN REGALO
En una ocasión, tras la convivencia cervecera entre El Negro Marcelino y un radiotécnico conocido suyo, éste le pidió el sombrero como un regalo de recuerdo. Accesible, el famoso trovador se lo obsequió sin imaginar las consecuencias que horas después acarrearía aquella bien intencionada acción.
El radiotécnico fue encontrado asesinado cerca de las vías del tren, con el sombrero de Marcelino a un costado. No pasó mucho tiempo, cuando agentes judiciales ya estaban en la calle Comonfort (entre Morelos y Guerrero, del Barrio Las Lomas) donde el trovador vivía; lo acusaban de haber segado la existencia de aquel quien recibió el obsequio.
Con el apoyo de influyentes personalidades que gracias a su fama le tenían especial aprecio, pudo conseguir un amparo para presentarse a declarar posteriormente ante las autoridades en torno al acontecimiento. Al final se impuso la razón de la justicia y tiempo después los verdaderos culpables quedaron detenidos y juzgados.
“Huasteca linda, nunca te podré olvidar, si nací con tu querencia, si nací con tu cantar”
El Negro Marcelino