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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 26 de enero de 2020.- Muertes de seres queridos, conflictos bélicos, violencia escolar, violencia en casa, abusos sexuales, divorcio de sus padres y un sinfín de motivos, pueden desplomar a los niños hasta llegar a un estado emocional de graves consecuencias si no se actúa: la depresión infantil.
Es un tema ya frecuente, una realidad que amenaza y cumple el cometido con cada vez más saña; a diferencia de la depresión en adultos, un pequeño no es capaz de despertar las alertas con obviedad y por ende casi nunca logran detectar este padecimiento.
Así lo dio a conocer la psiquiatra María del Rosario Narváez, especialista en niños y adolescentes de la clínica potosina de salud mental Everardo Rojas Newman.
SEÑALES DE ALARMA
Es importante que los padres de familia, tutores, amigos o aquellas personas con quienes convive un menor, estén atentos a las señales depresivas, entre ellas destacan los estados de irritabilidad e intolerancia, la mayor parte del tiempo es su forma de demostrar tristeza.
El niño se dice aburrido, se aísla, deja de comer y duerme periodos más largos de lo habitual, además sus calificaciones tienden a bajar de manera estrepitosa; presentan otros trastornos como la ansiedad, con síntomas como ataques de pánico, hiperventilación, insomnio, cefalea, vómito y taquicardias inexplicables; mención aparte merecen la esquizofrenia y el trastorno de bipolaridad, aunque se presentan en mucho menor medida.
“Cuando el niño presenta cambios físicos o síntomas de alguna enfermedad sin explicación alguna, es posible que se derive de una depresión y resulta necesario acudir con un especialista, donde además sus familiares deben ser canalizados para un tratamiento integral”, indicó.
ACOSO ESCOLAR, UN DETONANTE
“La mayoría de los niños que sufren de acoso escolar van a desarrollar una depresión”, advierte la especialista y este problema se va empeorando en la adolescencia, una etapa que implica cambios físicos, hormonales y emocionales que generan ciertos duelos.
Hoy en día hay muchas competencias en las aulas educativas, donde los niños son puestos a prueba por sus habilidades de desempeño académico, exigencias de éxito en los deportes, todo esto y los cambios en la adolescencia, pueden conducirlos a la depresión.
HAY TRES NIVELES
Existen etapas depresivas en diferente escala: la ligera, tiene episodios de hasta dos semanas, donde aparece el llanto y la fatiga, después suele desaparecer sin mayor impacto.
La depresión moderada, que se acompaña con los mismos síntomas, pero además con agudos dolores de cabeza, pérdida de energía, malestares físicos, decaimiento e insomnio.
Y la más severa, aparece cuando el pequeño tiende a vivir en desesperanza, sin motivaciones e incluso da muestras de que ya no quiere vivir porque siente ser la causa de conflictos en su entorno familiar.
En estos últimos casos, el menor puede incluso autoflagelarse e intentar un suicidio en circunstancias extremas; la pérdida de alguno de sus padres en la etapa infantil, puede ser otro motivo para que pierdan la confianza en sí mismos.
DEPRESIÓN Y VIOLENCIA
En una etapa depresiva, es doblemente peligroso que los menores estén expuestos a entornos violentos, como los videojuegos que fomentan agresiones con armas, cuchillos y demás instrumentos.
“No está mal tratar de darles todo a los niños, pero en esa ausencia que hay de los padres porque se la viven trabajando, deben gratificarles con otras cosas y no materialmente, eso es una muestra más de abandono y no llena los vacíos, según lo demuestran estudios a fondo”, advierte la especialista.